Afuera. Sara Bertrand. Emecé ediciones, 2019, 193 páginas.
La
novela anterior, Álbum familiar (2016) de Sara Bertrand (1970), se
relata la infancia de niños privilegiados que crecen bajo la dictadura.
Mientras los adultos buscan olvidar, silenciar y sobrevivir, los niños
reaccionan contra la normativa de la dictadura: la formación inicial, el cantar
el himno nacional o la vigilancia militar. Así la protagonista Elena, ahonda en
los recuerdos buscando respuestas sobre ese ambiente de dolores y miedos en el
que fue creciendo.
Siguiendo
la temática del marco familiar, Afuera (2019), la narradora construye la
voz de Lili, quien aparece a dos voces: como el recuerdo de la infancia y la
voz de adulta. El primero en su proceso de infancia y que observa a la
parentela relacionarse en un espacio que está llena de inocencia y lúdico, y el
segundo, es recorrer estos procesos de crecimiento, pero desde una perspectiva
mayormente crítica o dolorosa, comprendiendo las formas de relaciones de los
padres en un contexto histórico determinante. Los capítulos desarrollan la
memoria histórica familiar y que aparecen confrontados en tiempos de lo vivido
por la protagonista, por lo que dicha temática aparece con múltiples
costumbres, por un lado, con fervor y altas energías, y por el otro con
silencios y fracturas. Así, para sobrellevar el quiebre familiar debe concebir una
realidad autovalidada: “Me fabriqué una versión. Cuando me preguntaban sobre mi
madre, mentía. Sobre mi padre, mentía. Mentía tanto que en poco tiempo recreé
nuestra historia entera” (42).
Tempranamente
la narradora va dando pistas de este recorrido que hace sobre su experiencia
parental: “Mi papá era un buen hombre, pero estaba roto o, quizás, su
estructura mental se dañó antes porque quería ser artista y terminó
transformándose en un hombre de dinero. Mi madre lo trataba como a una plaga”
(13). Frente a esta situación compleja, la doctora en literatura Alicia
Salomone en su texto Ecos antiguos en voces nuevas (2011) comprende que
“estas personas con frecuencia crecieron dominadas por relatos sobre hechos que
precedieron a sus nacimientos, y que tienden a desplazar a los propios
impactando sus subjetividades con discursos relativos a situaciones que no
pueden comprender ni recrear cabalmente” (122).
La
escritora se refiere a la separación familiar como dominador común porque será
este acontecimiento que marque de por vida a Lili y que convergerá en dolores y
quebrantos, tal como lo expresa la siguiente cita: “Siente que pertenece a la
vereda, a la calle, movimiento constante, cortante. Peatones, micros, los que
se van, los que quedan. Carga la ausencia sobre su espalda” (23). Estos
segmentos breves de no más de una carilla, son expresadas con un tipo de
narración con mayor densidad en los ambientes, diálogos directos, despolitizada
y llena de huellas.
De modo que, que la narrativa de Bertrand se desarrolla en la adultez que se desenvuelve en una realidad ficcional grisácea y de poco convencimiento en el presente. Afuera (2019) es una obra de alta sensibilidad, de escritura sinuosa y donde, una vez más, los afectos están determinados en formas de relaciones políticas que están inscritas en marcos claroscuros y generales que se vinculan con marcos histórico-temporales.
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