Un trabajo incipiente realiza Víctor Hugo Ortega (Malloco, 1982), periodista de formación que ha publicado en editoriales artesanales chilenas como los poemarios Latinos del sur (Hojas Rudas editorial, 2017) y Amantes de cartón (Vísceras editorial, 2019). Mientras que, en narrativa aparecen los libros: Al Pacino estuvo en Malloco (2012), Elogio del Maracanazo (2013), Relatos huachos (2015) y Las canciones que mi madre me enseñó (2016). Algunos son autoediciones, otros han sido publicados en otros países, y luego, se han convertido en lanzamientos locales. Sin embargo, surge el problema de la cantidad de copias que son tan reducidas que muchas veces son posicionamiento estratégico.
Amantes de cartón (Vísceras ediciones, 2019)
es el segundo poemario de Ortega. Este es un breve ejemplar que contiene un lenguaje
prosaico, en la que se configura la desesperanza, la rabia, el desazón, el proceso
de desamor y la necesidad de vaciar aquellos lugares de la memoria donde están
los recuerdos de un amor furtivo, todavía transparente y carente de ambiciones.
Y toda esa conmoción que nos produce la finalización de relaciones
sentimentales.
Tal como señala un
verso de Gonzalo Rojas: “La sombra es lo que el cuerpo deja de su memoria”, en
esta búsqueda de gajos, se explícita de manera concreta las calles de Santiago
Centro, las bancas, las casas antiguas, los completos, las escapadas a otras
ciudades o a los bares, los que están sujetos a registros.
En este estado
de ánimo (que va de camino hacia el tropiezo de un tipo de realidad grisácea),
la metáfora del cartón parodiada en sí misma, representa una condición
pasajera, muchas veces utilitaria y pocas veces, con la capacidad para
transformarse en algo sustentable en el tiempo. Así lo expresa el poema “la
preocupación por el futuro”: “le pusimos cabeza y dinamitamos el amor,/ ¿habrá
sido amor?/ o el color era demasiado/ o de tanto que nos gustaba la historia/
nos enamoramos de esta historia/ que el futuro dilapidó/ cuando comenzamos a
urgirnos/ por tu economía y la mía” (24-25).
Por otro lado,
se hace alusiones intratextuales con el canon. En “un país de cartón” que emula
al “hombre imaginario” de Nicanor Parra, pero como la cadencia y la estructura
existe previamente, dicho texto pasa a ser un buen ejercicio de taller
literario. De igual modo, el poema contiene zonas críticas visibles como el
aeropuerto de cartón, el gobierno de cartón, la familia tradicional de cartón y
amores de cartón. Y, bajo este prisma que hace mella sobre el doble faz que
somos, pareciese que lo singular es el cielo azulado. Es decir, la naturaleza se
constituye como libertad. Asimismo, como buen poeta, recurre de manera
insistente a las anáforas, especialmente en “nuestras truculencias”, mas no
siendo la única técnica.
El problema de
la localización del amor y desesperanza pertenece a ciertos poetas que colocan
el acento de situar Santiago para Santiago graficando de manera locuaz el
ombliguismo imperante. Este punto podría ser mayormente aceptable en narrativa.
Por el contrario, aquí el texto no logra sacudirse del campo literal debido a
que es superior a la capacidad del hablante de presentar una voz reflexiva y
madura en los intersticios que da el motivo lírico. Amantes de cartón es un buen texto elemental donde es necesario avanzar
hacia mayores lecturas que no sean las de bares.
Amantes de cartón.
Víctor Hugo
Ortega. Vísceras ediciones, 2019, 52 páginas.
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