La marca del fuego (Oxímoron, 2017) es la primera publicación de la poeta valdiviana Macarena Solís Maldonado (1984). En este libro, utiliza una propuesta desafiante ante las normas introducidas en la sociedad. Para esto utiliza veintiséis poemas que se leen en un solo tiempo, constituidos por versos planos mayormente ligados a la prosa que a la profundidad de la retórica y en la que predomina el lenguaje directo. El tono de desilusión y lúgubre son bastantes perceptibles, igualmente no cabe duda que hay referencias asociativas a la pintura de Judith y Holofernes de Caravaggio. De igual modo, observamos una intensa fuerza como estrategia relevante, porque, ante la escasa empatía y resolución de la justicia, es la única forma contra el feminicidio y estereotipos femeninos.
Siguiendo en esta línea, hay repeticiones innecesarias
en los poemas, detalles enfocados en la utilización de la palabra “todo” en
tanto situación de oposición. En el poema I
aparece como: “Todo el resto/ es relativo y discutible. / Todo el resto es
libertad” (9). Luego en el poema VI:
Lo rompo todo / con el golpe seco de tu cuerpo sobre el concreto./ Lo rompo
todo/ con tu sangre fervientemente pulcra” (14). En el XVII: “el cielo yéndose al carajo en un solo grito extasiado en un
Todo que se extingue al palparse” (16). El punto es, la problemática de
construir certezas dejando de lado la diversidad de significados que tienen las
palabras y el lugar de los vacíos que construye lo absoluto. Esto también se
puede extrapolar a otros conceptos utilizados que, en orden de sintaxis, hay desniveles
en la obra.
Si el título del libro da cuenta de una huella
imborrable y que deja una profunda cicatriz que no sanará durante largo tiempo,
encontramos algunos poemas, que por su contenido sobresalen de la uniformidad
de otros poemas: “La niña fea abraza sonriente el silencio/ a diario” (30) y “La
noche era tibia y clara/cuando Francisca decidió caminar” (31). Ambos configuran,
en distintas etapas, un cuerpo femenino discriminado y violentado hasta la
desaparición forzosa.
No son pocos los versos donde la hablante se enfrenta
a otro masculino, producto de
relaciones no saludables y que derivan en una actitud vehemente: “Soy más
lejana a ti que la verdad” (9), “Reconocer en la nada/ el crepitar del destino/
fundiéndose en los trazos/ que definen tu sombra al volver” (10), “te miro a
los ojos/ y disparo” (14), “Éramos amigos, ahora estás muerto” (22), “Dame un
motivo para no matarte” (25) “y mirarte, como quien mira a un ciego” (34). En
estas citas, la soledad, la rabia y la rebeldía como lo ejemplifica el último
poema “Caín no abraza a nadie en la ceremonia” (35) contra las estructuras
sociales son transversales y conforman uno de los puntos fuertes para estos
poemas.
Antes de finalizar quisiera rescatar un poema donde
presenta las cartas en la que se aleja de la poesía “difícil” o enigmática,
privilegiando la experiencia: “No quiero poesía críptica./ Quiero descifrar el puzzle/
trazado en el camino de tierra/ que recorro cuando busco” (11).
La
marca del fuego es una
obra que no ha finalizado su escritura, y claramente, todavía está en
desarrollo y crecimiento. Precisamente, la autora se hace cargo de líneas
contingente y de carácter vindicatorias a un sistema que segrega y violenta
desde los niveles de relaciones sociales hasta las organizativas.
La marca del fuego. Macarena Solís Maldonado. Editorial Oxímoron, 2017,
40 páginas
Gonzalo Schwenke
Valdivia, 2020.
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